En un país como la Argentina, con un pasado trágico y un presente en que los conflictos aún se dirimen con violencia (basta ver las páginas policiales de este o cualquier otro diario), los políticos deberían ser cuidadosos a la hora de emplear metáforas bélicas.
No es el caso de Julio Garro, cuya participación en la reunión secreta de la “Gestapo antisindical” montada por el gobierno de María Eugenia Vidal tuvo como punto notable la exhortación a negociar con los gremialistas “con la bala arriba de la mesa”.
Además de revelar la intención de garantizar la rentabilidad de las empresas constructoras alejándose de lo que marca la ley, esa expresión pone a Garro más cerca de personajes de ultraderecha como Javier Milei, que se rodea de custodios armados en sus actos de campaña, que de otras figuras con un acercamiento más saludable a la convivencia democrática. Larga es la lista de intendentes que no recurren a este tipo de giros al referirse a cuestiones que pretenden resolver.
La participación de Garro en la “mesa de la construcción” que definió, en la sede porteña del Banco de la Provincia de Buenos Aires (Bapro), el método ilegal para perseguir a sindicalistas y allanar el camino de las empresas es tan censurable como la de todos los que se sentaron a esa mesa el 15 de junio de 2017. Pero la violencia de su discurso sin sutilezas añade un motivo de condena.
Era sabido que el intendente de La Plata estaba dispuesto a montarse en la ola de la supuesta batalla contra las mafias que decían impulsar Mauricio Macri y María Eugenia Vidal cuando eran gobierno, y que no era más que un plan de destrucción del sindicalismo. Garro hizo hincapié en esa presunta cruzada en varias ocasiones, en sus intervenciones públicas. Sus palabras en esa reunión privada, sin embargo, revelan algo que no sabíamos: que Julio Garro se figuraba esa situación como una batalla literal, en la que el que está del otro lado es un enemigo al que hay que apretar, no alguien con quien se debe dialogar y negociar.
Además, la inoperancia
Por si su participación en la “mesa de la construcción” con que el gobierno de María Eugenia Vidal se propuso perseguir a sindicalistas de la Unión Obrera de la Construcción de la República Argentina (Uocra) y otros gremios fuera poco, el oportunismo del intendente platense, Julio Garro, revela otra faceta de su gobierno: la inoperancia.
En efecto, tras haber evitado su interpelación en el Concejo Deliberante local gracias a que Juntos, el frente al que pertenece, tiene mayoría propia en el cuerpo, Garro procuró tapar el escándalo con un anuncio que, tal como lo informaba ayer diario Hoy, más que tapar, exhibe una falencia de su administración. Porque el anuncio elegido es el de la conclusión de un tramo vial de treinta cuadras que le llevó cinco o seis años realizar.
Se trata del acceso a la ciudad por la avenida 66, inaugurado en los últimos días, luego de más de un quinquenio del inicio de las obras. Y aun si fuera cierto, como argumentaban Mauricio Macri, María Eugenia Vidal y el propio Garro, que las “mafias” de la Uocra eran las responsables del parate en la construcción de proyectos importantes, justamente en estos cinco años, gracias a la acción de la “mesa de la construcción”, la ciudad debería haberse beneficiado de una mayor celeridad en los trabajos, porque la arremetida judicial contra el sindicalismo logró encarcelar, entre otros, al líder de la Uocra local, Juan Pablo “Pata” Medina. Aun así, el acceso inaugurado por Garro registró una insólita demora.
FUENTE: https://diariohoy.net/politica/el-intendente-de-la-bala-189253
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