Massa y una rebelión de los gobernadores propios que no vio venir


Massa y una rebelión de los gobernadores propios que no vio venir

Sergio Massa, ministro-candidato, en un paso por Rosario / Twitter

El Decreto de Necesidad y Urgencia con el que el Gobierno oficializó el pago del bono de 60 mil pesos para los trabajadores del sector privado y del Estado nacional dice mucho. La medida, para aquellos empleados que perciban salarios inferiores a 400 mil pesos, tiene espíritu de orden, de imposición, sobre todo para el mundo empresarial. Y deja en evidencia lo que el ministro Sergio Massa no previó: que los gobernadores lo rechazarían.

El DNU, en efecto, no habla de los asalariados de los Estados sub-nacionales, a pesar de que el último domingo, en la cadena de anuncios que hizo en las redes, el propio Massa había sugerido que el beneficio de los 60 mil pesos sería algo palpable desde Ushuaia a la Quiaca. Excusa que se escuchaba ayer en el Gobierno: “Argentina es un país federal y por eso los salarios de los empleados provinciales lo definen las Provincias”.

En verdad, hubo una suerte de rebelión de los gobernadores que acaso Massa no vio venir en la cuenta regresiva de la campaña.

No sorprendió el descontento de los opositores ni el malestar de las empresas privadas, que sienten que les meten las manos en los bolsillos para apaciguar problemas generados por el propio gobierno. Pero seguramente el ministro/candidato se indigestó cuando supo de la negativa mayoritaria de los mandatarios peronistas.

DOS PROVINCIAS ALIADAS

Algunos gobernadores (la santacruceña Alicia Kirchner, el santiagueño Gerardo Zamora) estimaron que no era necesario el “incentivo” en sus provincias porque ellos ya habían arreglado con los gremios estatales mejoras con lógica electoral, incluso más elevadas que la cifra que les quisieron imponer desde Economía. Pero otros, sencillamente, no toleran que desde Nación les quieran fijar los tiempos y las formas. Zorros de la política, hace tiempo huelen la posibilidad de derrota del gobierno nacional. Por eso, la mayoría ha adelantado las elecciones para cargos provinciales, aquellas en las que ponían en juego sus propias poltronas o sus sucesiones controladas.

Y ni hablar de lo que sucedió en las PASO del 13 de agosto último. El libertario Javier Milei ganó en la mayoría de los distritos peronistas -también en varios de Juntos- como si los gobernadores se hubieran desentendido de la suerte del candidato presidencial del PJ, ahora bajo la marca Unión por la Patria. Esta es parte de la explicación de porqué UP salió tercero en las Primarias y Massa no fue el candidato individualmente más votado, como él mismo había soñado en la previa.

Pero tal vez para Massa el golpe más duro en términos de rechazo a su idea del “bonito” sea lo que sucede en la provincia de Buenos Aires, su gran apuesta para entrar al ballotage.

El gobernador Axel Kicillof, en diálogo con los gremios estatales, preferiría que la mayor parte de esos 60 mil pesos quede absorbido por la paritaria que está conversando con los sindicatos y no que sea presentado como una “ofrenda” del ministro de Economía. Es un gesto a los gremios provinciales, para que lo “vendan” como un logro de ellos. Es un mensaje a la ciudadanía bonaerense: el que concede y mejora el salario es el gobernador, no Massa. Esa lógica se repite en todas las provincias. Un detalle con intención electoral que no supo ver el ministro de Economía.

Hablamos de un distrito, Buenos Aires, en el que claramente se evidenció un corte de boleta en contra de Massa en las PASO, en especial en el Conurbano donde la economía desquiciada que conduce el candidato presidencial se traduce en descontento social. Axel y los intendentes deben salvar la ropa propia, aún a costa de sacrificar al postulante a la Rosada que los expone a la peor derrota del peronismo desde 1983 en la provincia que representa el 37% del padrón nacional.

Massa ha presentado las medidas que tomó esta semana -además del bono, congelamiento de aumentos tarifarios y de la medicina prepaga, firuletes para los jubilados y empleadas domesticas, etc- como una iniciativa heroica para paliar los daños que le causan al bolsillo del ciudadano de a pie la devaluación del peso de más del 22% que él mismo decidió el día después de las PASO.

“Una imposición del FMI (que siempre es el cuco) pero yo pienso en la gente”, es el discurso del candidato oficialista para explicar los anuncios y del gobierno todo, incluído el presidente Alberto Fernández que reapareció -a los gritos- después de un ostracismo notable.

En verdad Massa optó por un acuerdo con el Fondo para conseguir dólares, que es lo que le falta a la economía argentina. Lo hizo incluso en contra de lo que pretendía el kirchnerismo duro, que nunca prestó sus votos para darle estatus parlamentario al programa cerrado en Washington.

FUERA DE LA CAMPAÑA

Exponentes emblemáticos de ese rechazo, Cristina y Máximo Kirchner, los grandes ausentes en esta campaña, deben estar celebrado la imposición de la suma fija de 60 mil pesos para “poner plata en el bolsillo de la gente” con salarios bajos, a pesar del rechazo de todas las centrales empresarias, de los gobernadores, los intendentes y los gremios: desde hace meses ellos dos vienen presionando a Massa para que instaure ese bono con rango de obligatorio. Finalmente el ministro les hizo caso.

¿Aparecerán ellos cerca del candidato presidencial antes de octubre?

Contra Milei

La vocera presidencial Gabriela Cerruti volvió a cargar contra el candidato presidencial libertario y lo vinculó con “grupos de derecha”. Pero más duro fue el candidato a vicepresidente de UP Agustín Rossi: a Milei, “no lo votaron las mujeres” porque es un violento” y “su discurso derrama odio”

 

 



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