Luego del acuerdo blanqueado la semana pasada de cara al balotaje Mauricio Macri intervino de hecho la campaña presidencial de Javier Milei, que venía desordenada y en cierto punto anárquica desde antes de las Primarias. El expresidente procurará aportarle profesionalismo, método. Porque el libertario tiene enfrente a un experto en todo eso y en el arte de vender ilusión: Sergio Massa, el postulante de Unión por la Patria.
Macri tiene experiencia en eso de abocarse a una campaña: lo viene haciendo desde que fue candidato a presidente de Boca. La mayoría de ellas con éxito, que lo llevaron no sólo al club de la Ribera sino también a la jefatura de Gobierno porteño, primero, y a la presidencia de la Nación después.
Todas las fuentes del macrismo coinciden en que, gran parte de aquel éxito de Macri en las campañas (inclusive la remontada de 2019 luego de las Primarias, que no le alcanzó para ganarle a Alberto Fernández), se debió a que fue un alumno absolutamente disciplinado, un obediente de los consejos de los expertos.
Surge la duda frente a lo que se conoce hasta aquí de Milei, ¿será un aprendiz seguidor de orientaciones y directivas sin chistar o primará su tendencia a ser personaje?
El propio candidato se sinceró en un reportaje reciente, acaso confesando que le cuesta domar su personalidad volcánica y la imprevisibilidad de sus respuestas: “No me caliento más, soy Walt Disney”, se definió a sí mismo en esta nueva etapa, haciendo referencia a la leyenda que dice que el fundador del imperio del entretenimiento optó por la criogenia a la hora de enfrentarse con la muerte. Ahora, Macri y Patricia Bullrich -factótums del llamado Pacto de Acassuso- esperan del libertario disciplina absoluta.
Será trabajo para el “campañólogo” de Patricia Bullrich, Derek Hampton, quien unirá fuerzas con su viejo amigo, el mileista Santiago Caputo, a los que se sumarán un par de nombres de expertos en campañas que por ahora prefieren la discreción.
Con la ruptura de hecho de Juntos por el Cambio Macri y Bullrich se llevan una parte importante del PRO, sino casi todo. Es una de las patas principales de la alianza Juntos. Los antes denominados “Halcones”, digamos. Por supuesto que buscarán convencer a las “Palomas”, representados en Horacio Rodríguez Larreta, María Eugenia Vidal, Diego Santilli (estaría próximo a mudarse) y demás dirigentes intermedios.
Macri descuenta que la mayoría de la dirigencia de la UCR jugará con Massa, más allá de la postura oficial de neutralidad del partido centenario, sobre todo la que se referencia en el sector de Gerardo Morales o el porteño Martín Lousteau (“Todo lo que tenga que hacer para que no gane Milei, lo voy a hacer”, dijo por ejemplo el jujeño). Pero el macrismo puro apuesta a conseguir el favor del sector radical que jugó con Bullrich en las PASO, en especial los mendocinos del llamado Grupo Malbec, históricamente del ala más conservadora del partido.
Circulan varios estudios sobre migración del voto del 22 de octubre pasado que hablan de que la mayoría de los votantes de Bullrich, no todos, optará por Milei el 19 de noviembre. Es un perfil de votante claramente antikirchnerista/antiperonsita, el que apostó a que “el cambio” era la exministra.
Pero, está visto, Milei fue más eficaz para apropiarse de ese concepto en la pelea de las Primarias, que lo ubicaron como el candidato más votado. La notable habilidad de Massa para cambiar el eje del debate electoral luego de eso, ya de cara a octubre, e introducir la idea de la peligrosidad de que sea Milei el ordenador del caos económico que él mismo generó, ubicaron al libertario en el segundo lugar, tal vez diluyendo ese “atributo inicial”.
Se supone que ahora, en un escenario de sólo dos ofertas, la inclusión de Macri y su representación simbólica a la campaña de La Libertad Avanza buscará reflotar esa idea de cambio en favor de Milei, ya sin la competencia de Bullrich con quien pescaba en una misma pecera.
En palabras del politólogo Gustavo Marangoni, Milei tiene la necesidad de recuperar esa “frescura” inicial y para eso, justamente, necesita ordenar su campaña, profesionalizarla. Darle un poco de conservadurismo a su disruptivismo extremo. Así, ya no habrá motosierra, ni terraplanistas, ni peleas con el Papa.
En esta etapa de este nuevo pacto político, de nítido perfil de centroderecha, hay una cierta apuesta de trabajar sobre conceptos que activen ese gen antiperonista que llevan dentro simpatizantes, afiliados y militantes de base de la UCR. No la dirigencia de la superestructura. Esos grupos para quienes la “casi certeza” de un Massa electo, en tanto exponente de una nueva versión del justicialismo, funcione como incentivo para tragar el sapo -que en otro contexto sería imposible de digerir- y optar por alguien inicialmente alejado del credo del radicalismo. Y que incluso habló pestes de uno de los máximos próceres radicales, Raúl Alfonsín. Tarea titánica. ¿Tarea imposible?
Se descuenta que el macrismo sí aportará en noviembre lo que nunca pudo tener Milei por sí sólo, básicamente porque su fuerza es un conjunto de improvisados o debutantes de la política. Él mismo incluso entra en ese concepto. Hablamos de un aceitado mecanismo de fiscalización en casi todo el país, sin dependencia vital del radicalismo, que se ha puesto en marcha. Un “know how” para contar los votos que incluye tecnología y logística, que primero estuvo al servicio de Larreta, luego al de Bullrich y, esta vez, será financiado por empresarios amigos del libertario y del propio Macri.
Más allá de que el bullrichismo ha puesto como cara visible de esa movida a Paula Bertol, el macrista José Torello -íntimo de Mauricio- es el verdadero sindicado para la tarea, en sociedad con ex funcionarios de la presidencia de Macri que prefieren no aparecer. Guillermo Francos y Guillermo Ferraro son los empoderados por Milei en esa mesa.
Se descuenta que el macrismo sí aportará en noviembre lo que nunca pudo tener Milei por sí sólo
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