Todo lo que ponen en juego Massa y Milei en un debate cara a cara, distinto a los anteriores


El rasgo más interesante del debate presidencial que se celebrará mañana es que tendrá un carácter casi de duelo. Un mano a mano entre dos a matar o morir, cuyas armas serán la astucia, la habilidad frente a la cámara, la capacidad para exponer al otro.

Es algo que no es común ver cuando se dan los debates para la primera vuelta, generalmente bastante poblados y en los que es difícil un destaque personal. Suelen servir sólo para hablarle a los propios, al menos en el encorsetado formato que se eligió para las elecciones del 22 de octubre.

Pero ahora la Cámara Nacional Electoral, organizadora del encuentro en la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires (UBA), introdujo ciertas modificaciones como para garantizar un espectáculo un poco más atractivo para el televidente/elector. Algo más de picante que rompa la solemnidad. Por ejemplo: cada candidato dispondrá de más minutos por tema, se permitirá la interrupción libre entre ellos cuando se aboquen a los ejes temáticos, no podrán tener ningún papel a modo de apunte y podrán moverse fuera de los atriles asignados.

Estos retoques se habrían decidido en la búsqueda de exaltar la espontaneidad de los contendientes, un reclamo de los espectadores. Y fueron aceptados tanto por Sergio Massa, el postulante del oficialismo gobernante, como por Javier Milei, el representante de La Libertad Avanza. Se espera, por cierto, una altísima audiencia.

Augusto Reina es politólogo y director de Pulsar, el observatorio de la UBA especializado en el estudio de la opinión pública que estudia a fondo cada debate en la Argentina. Reina es además co-autor del libro “Debatir para presidir”, un recorrido profundo por la historia reciente de los debates presidenciales en el mundo. En diálogo con este cronista explicó que, luego de los dos debates pasados, un trabajo que hizo Pulsar arrojó que los televidentes prefieren que haya intercambio real entre los candidatos y que estos sean “más auténticos”, “más genuinos”.

POSTULANTES MENOS “GUIONADOS”

Lo que se verá mañana, pues, estaría en línea con esa demanda de la audiencia: postulantes menos “guionados”. Otro dato interesante que arrojó aquel estudio de Pulsar es que los consultados exigen que los candidatos respondan las preguntas que les hace un rival, que no se evadan hacia una respuesta que nada tiene que ver con la consulta que recibieron. Eso pasó mucho tanto en el encuentro de Santiago del Estero como el posterior en la Ciudad de Buenos Aires. Para que eso no se repita debería ser clave el rol de los moderadores, que hasta ahora -y debido a la rigidez del formato anterior- sólo se limitaron a exigir el cumplimiento de los tiempos acordados.

Esta modalidad evasiva antes detallada está relacionada con un rasgo casi rector que se ha visto en los debates recientes: la lógica del ataque. Y, claro, su contraposición: a un ataque se responde con otro ataque. Traducido a lo que se vio hasta ahora sería, por ejemplo, “a una pregunta te respondo con otra pregunta”.

En cierta forma esto choca con el sentido de los debates en general y del presidencial en particular, que es el mismo que en definitiva tiene la campaña electoral toda: dar información a la ciudadanía, trasmitir propuestas para que el elector tenga la información necesaria para que el día del comicio concurra a ejercer su deber cívico con lo que los expertos definen como “voto informado”.

Sergio Massa

Javier Milei

El formato modificado de mañana genera diferentes expectativas en los búnkeres de campaña. Por lo bajo el massismo admite que podría beneficiar a Massa por las condiciones personales pre-existentes del candidato: soltura, labia aceitada, buen dominio de la escena -recodar que habrá interacción libre- mucha experiencia previa en debates. Los mileistas, en cambio, tienen ciertos reparos porque Milei suele necesitar apuntes para subrayar conceptos, tiende a la exacerbación de sus movimientos y tiene casi nula formación política. El libertario recibe consejo de especialistas en oratoria y los “tips” que le acerca Mauricio Macri, que ya pasó por varios debates y se ha convertido en una suerte de padrino político suyo.

INTERROGANTES

¿Incidirá en algo el debate? ¿Puede sellar el destino de una elección tan pareja como la que se ve hasta ahora? Es la pregunta se la hace la política por estas horas. Por supuesto que dependerá de lo que pase. Reina cree que “si hay uno que puede tener un efecto más decisivo que los demás ese es el de segunda vuelta, que es cara a cara”. Aporta un dato interesante: la proximidad entre el debate y el balotaje, en este caso sólo una semana, puede aportar algo al supuesto de incidencia real.

Se llega al debate con un tercio del electorado que quedó “huérfano” respecto a sus preferencias de octubre pasado. Hablamos de los que optaron por Patricia Bullrich, Juan Schiaretti y Myriam Bregman. La elección por convicción. Son alrededor de 9 millones de votantes. Más unos 500 mil que sufragaron en blanco. Un gran número de esa gente está buscando una alternativa entre dos opciones que en principio no fueron de su agrado. Ese grupo interpela a Milei y a Massa. A ese universo deben mirar ambos, pensarlos cuando estén en sus respectivos atriles.

Es un tercio disponible que se viene exponiendo a todos los estímulos electorales que han surgido entre la primera y segunda vuelta: la profundización del plan platita de Massa y las promesa de que hará lo que no hizo hasta ahora, la moderación de Milei y su asociación con Macri. Los expertos dicen que el debate, por aquella cercanía al día de la elección, acaso sea uno de los últimos puntos de contacto de carácter masivo entre los dos candidatos y la ciudadanía.

Por eso el carácter duelista del evento es clave. Se anticipa una dinámica de confrontación en la que Milei, que nunca ha gestionado lo público y sin historia política por la que deba rendir cuentas, probablemente exija que Massa explique el pasado y el presente, éste último regido por su rol de ministro de Economía y hombre fuerte de un gobierno con todas las variables socio-económicas estalladas. Y Massa, como ha mostrado hasta ahora con latigazos de campaña sucia, seguro exigirá a Milei que explique el futuro, entendido como el ejercicio de exponer si un país es posible con sus ideas casi estrambóticas, las promesas que de tan disruptivas suenan a inaplicables y la ruptura de consensos que se creían inmodificables, como la visión sobre los años oscuros de la dictadura.



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