Tenemos que hablar. ¿Quién alguna vez no ha escuchado esas temibles palabras? Generalmente dicha en relaciones de pareja, pero también en ámbitos laborales o entre amigos.
Quien recibe esa oferta que no se puede rechazar (solo postergar con alguna excusa de ocasión) probablemente ya conoce el tema a tratar.
Cada tanto puede darse una sorpresa, pero con frecuencia se sabe, se intuye o se sospecha cual es la cuestión.
En política también sucede. Puede darse en época de elecciones, aunque no necesariamente. Algunos comicios transitan como rituales obligaciones, otros plebiscitan gestiones y muchos hacen al sano y simple ejercicio de legitimación de los representantes.
Pero en algunas situaciones las campañas electorales cambian de sentido. No son los expertos de comunicación y los publicistas los que diseñan el mensaje que se debatirá en calles, medios y redes si no una parte significativa de la propia sociedad la que impone la agenda. Así que: bienvenidos a Argentina 2023, espacio y tiempo en el cual ha estallado un sonoro y claro tenemos que hablar a buena parte de la dirigencia política, al menos a la considerada tradicional por la hegemonía desempeñada en los últimos años.
Después de una década larga de estancamiento e inflación y debates endogámicos tan intensos como improductivos (la llamada grieta) surgió casi como de la nada un fenómeno que cuestiona de manera frontal todo o casi todo. Pero fundamentalmente lo que está en el banquillo de los acusados es el corazón del contrato entre la sociedad política y la sociedad civil, la naturaleza misma del pacto entre gobernantes y gobernados alrededor de los costos y la eficiencia de la relación entre los que pagan para que los cuiden y los protejan (en el más amplio sentido de estos términos) y los que cobran por sus servicios.
Es el Estado mismo en su condición actual lo que está en discusión. Si la relación venía cascoteada de hace tiempo la pandemia, la aceleración inflacionaria y las deficiencias en materia de seguridad terminaron con la “calma chicha”. Ya no se puede correr el cuerpo. Hay que reconocer, claro, que el planteo no viene con los mejores modales. Como aquellas cosas que se incuban durante mucho tiempo frente a la indiferencia y las procrastinaciones ajenas los estallidos suelen asumir insultos, descalificaciones y agresiones.
Quienes son sujetos de tales descalificaciones suelen, como primera reacción de manual, ampararse en las formas y los modos:” en estas condiciones no estoy dispuesto a seguir conversando”. Tarde. Ya no se puede esquivar el orden del día. Fingir indignación solo evidencia vulnerabilidad.
El post PASO
La sorpresa de la noche de las PASO con la victoria de Javier Milei constituyó un terremoto político para Unión por la Patria y Juntos por el Cambio. Pasada la conmoción inicial el oficialismo acude al histórico pragmatismo peronista para responder al desafío de la mano de Sergio Massa y Patricia Bullrich aún no parece encontrar su brújula. Vayamos por parte. El ministro-candidato responde con la caja de herramientas (recursos y conceptos) que tiene a disposición. Al anunciar rebaja de impuestos para todos los segmentos de la sociedad busca reaccionar con una versión actualizada a las apuradas del “Estado presente”. Juega a su favor la comprensión de texto. Va en contra el contexto construido por el gobierno del ahora archivado Frente de Todos.
Flota en el ambiente de la política una sensación: en caso de ganar, el hombre de Tigre se volvería “León” en el Sillón de Rivadavia, asumiendo banderas que hoy enarbola el libertario. Sería el nacimiento del massismo.
Pero claro, primero que hay pasar al ballotage y después ganar. Ese escenario requiere de mucha imaginación en el presente. Nada es imposible, por supuesto, pero desde este presente parece un futuro improbable.
Mas complicados están en Juntos. Sin la consigna del cambio y bastante desunidos las iniciativas de la candidata exponen más su debilidad. Su propuesta de seguir practicando anti-kirchnerismo es un retrato en sepia.
Cristina no está por los lugares que solía frecuentar. La Cámpora tampoco. Basta leer la introducción del libro presentada por Patricia para advertir que el libreto es viejo. Sigue insistiendo con evitar el destino de Venezuela y Nicaragua.
Mientras tanto La Libertad Avanza ostentando una motosierra e impulsada por el viento de cola de economistas, intelectuales y sacerdotes católicos que sobreactúan su rechazo solo para reforzar y dar una imagen definida al concepto de casta.
Quizás no se trate tanto de sembrar miedo a un eventual futuro gobierno libertario (que ciertamente transmite incertidumbres a montones y temores en idéntica proporción) sino de proponer un futuro distinto a este presente (que también asusta) con una actitud que trascienda el oportunismo y se materialice en una esperanza de crecimiento y estabilidad en sintonía con los valores de la democracia.
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