Es bien sabido que los perros suelen ser considerados el mejor amigo del hombre. Pero lo que no se sabía, hasta hace poco, es que pueden no ser precisamente los mejores amigos de la fauna autóctona. De hecho, según una investigación científica reciente realizada por una bióloga argentina, nuestras mascotas pueden convertirse en uno de los depredadores más ubicuos de los animales silvestres. De acuerdo a un reciente estudio publicado el año pasado en la revista científica Biological Conservation por un grupo de investigadores argentinos que trabajan en la Universidad del Comahue (UNC) y del Conicet, se encuestaron a más de mil personas, de todo el país, para que informaran sobre incidentes y ataques de perros a distintas especies de fauna silvestre, La principal conclusión del informe es que el 68% de los consultados afirmó haber visto, al menos una vez, a perros sueltos -o en jauría-, atacando o matando ejemplares de fauna silvestre.
“Siguiendo las descripciones que nos dieron los encuestados logramos identificar al menos a 80 especies diferentes de animales salvajes que fueron atacadas por perros. Además, el 7% de dichas especies están clasificadas como ‘amenazadas de extinción a nivel nacional”, le contó a NOTICIAS la doctora Lucía Zamora, becaria posdoctoral del Conicet, que coordinó el estudio hecho junto a Sergio Lambertucci y Agustina di Virgilio, integrantes del Grupo de Investigaciones en Biología de la Conservación de la UNC, con sede en Bariloche.
Este estudio es pionero ya que no hay demasiadas investigaciones sistemáticas que mensuren el impacto ambiental que tienen los perros sobre la fauna y el ambiente. Sin embargo, lo que se conoce no es muy alentador. “Argentina”, dicen los investigadores, “es un país “mascotero”, con una de las tasas más altas del mundo de “compañeros” animales per cápita. Y el perro es, por supuesto, la compañía más frecuente, ya que el 66% de quienes dicen tener una mascota afirman que su animal de compañía pertenece a la especie Canis lupus familiaris”
De hecho hay censos que muestran que, en algunas provincias y regiones de nuestro país, existe en promedio, un perro cada tres personas, situación que sobrepasa largamente las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud que habla de una tasa “ideal” de un perro cada diez personas, de manera de poder garantizar una convivencia sustentable y sana.
Esta situación de promiscuidad perruna, sumadas a los descuidos de los dueños y una tenencia no responsable, ha llevado a que en algunas regiones patagónicas las autoridades hayan declarado a los perros como “especie exótica invasora” y se hayan lanzado numerosas alertas por los ataques de jaurías de perros “asilvestrados” sobre diversos tipos de ganado (ovejas y vacas) y -en algunos casos- directamente sobre personas.
El impacto sobre la fauna silvestre parece ser mayor en áreas donde los asentamientos humanos están muy cerca de áreas naturales protegidas. Normalmente en estas zonas no está permitido el ingreso de perros (a excepción de lazarillos) ya que son espacios destinados a la conservación de especies y ambientes naturales. Sin embargo, en el 75% de las 240 áreas protegidas diferentes visitadas por la gente que participó de la encuesta se observaron perros sueltos sin supervisión. Y en el 62% se observó al menos un evento de caza o de persecución de ejemplares de fauna silvestre. Esto, según los expertos, sugiere que el problema generado por los perros está presente en muchos ambientes naturales que deberían proteger a las especies silvestres de alto valor.
Viejo amigo
Zamora recordó que “hay indicios arqueológicos que muestran que los perros fueron domesticados y acompañan a los humanos desde hace entre 33.000 y 15.000 años atrás. Y, por supuesto, este vínculo tan fuerte tiene incontables aspectos positivos. Sin embargo, si los perros están sueltos y no conviven en un formato de tenencia responsable, su presencia en el campo puede causar numerosos problemas ambientales y afectar a la fauna silvestre de una amplia zona”.
Según Zamora, un perro suelto, sin el control de su dueño, es un animal altamente móvil y puede llegar a recorrer circuitos de hasta 30 kilómetros diarios. En esa “vagabundeada” puede interactuar -de manera negativa- con ejemplares de diversas especies de fauna silvestre, generando interacciones dañinas de todo tipo: “estamos estudiando el tema desde 2019 y la interacción de los perros sueltos sin supervisión pueden ser de distintos tipos y gravedad: de hecho, ya solo con sus ladridos y su olor se sabe que generan estrés en la fauna y la ahuyenta de sus refugios y hábitats naturales. Esto se agrava con los perros que habitan en cercanías de parques nacionales o de zonas protegidas.
Pero, además, los perros pueden funcionar como vectores de transmisión de enfermedades. O pueden destruir nidos y huevos. Por otra parte, muchas veces ocurre que los perros-mascotas abandonados se “asalvajen” y terminen persiguiendo, atacando y matando numerosos ejemplares de fauna silvestre o ganado doméstico para alimentarse.
Atacados
Si bien, el relevamiento de los expertos constató que las especies silvestres atacadas fueron de todo tipo -aunque predominaron diversas aves- los investigadores destacaron que algunos de los ejemplos mencionados por los entrevistados en eventos de ataques fueron realizados contra ejemplares de especies amenazadas de extinción. “Si bien los incidentes más comunes reportados fueron contra aves playeras o ubicadas a la vera de ríos y lagos (por ejemplo contra flamencos, pinguinos y cauquenes) también hay menciones de ataques a huemules, pudúes, tarucas, huillínes y corzuelas”, comentó Zamora, que -además- destaca que por la metodología usada, “seguramente obtuvimos números conservadores y es posible que los ataques sobre la fauna sean todavía más frecuentes que lo reportado en estas encuestas”.
En cuanto a las geografías con más incidentes de este tipo reportados en relación a las especies bajo amenaza de extinción, se ubican los incidentes ocurridos en la selva paranaense de Misiones y en varios parques y reservas patagónicas. Pero lo significativo es que el problema es extendido y los informes revelan que, en mayor o menor medida, estos ataques se registran en todas las ecoregiones del país.
Futuro
El próximo paso que planea dar Zamora para profundizar esta línea de investigación ambiental es corroborar este tipo de reportes e incidentes referidos por los encuestados, mediante un muestreo que utilice cámaras-trampa, con sensores de movimiento, colocadas en zonas estratégicas de los parques, en cercanías de asentamientos de personas. Con estos dispositivos buscarán dejar registros filmados de los ataques sobre la fauna. Es que identificar y entender en detalle el fenómeno es la base para poder diseñar medidas efectivas para contrarrestarlo.
¿Cómo hacerlo? Tomando en principio las precauciones usuales que implican una tenencia adecuada. Esto incluye -entre otras cosas- vacunar y desparasitar nuestras mascotas regularmente; esterilizarlas para así disminuir el número de crías y el fenómeno de abandono. Que los perros y gatos permanezcan dentro de nuestro terreno o casa. Y, si se los saca a pasear, que sea usando correa y siempre por senderos o espacios habilitados para mascotas ya que se sabe que el 70% de los ataques de perros ocurren cuando sus dueños no están presentes.
Obviamente, si no podemos hacernos cargo de los animales, no debemos abandonarlos en la vía pública ni en descampados sino buscarles adoptantes o refugios. “Lo que proponemos”, concluye Zamora, es mitigar el problema básicamente practicando una tenencia responsable”.
Problema extendido
Este trabajo que trata de comenzar a mensurar este problema ambiental en Argentina es un mal ya extendido en otros países- Según la doctora Zamora, “para nuestra investigación hicimos una revisión de antecedentes y situaciones similares en otros países y hay estudios que muestran que los perros son una posible amenaza para al menos 188 especies silvestres diferentes“. De hecho en un paper publicado en el año 2017 ya menciona que la acción de los perros domésticos ha contribuido a la extinción de 11 tipos diferentes de vertebrados y especula que estos números son, posiblemente, menores a los reales debido a la dificultad de estimar el impacto ecológico real. La forma de los ataques toma desde actos de depredación hasta disturbios en poblaciones, contagios de enfermedades, competencia por el nicho ecológico e hibridizaciones. Y las zonas geográficas donde se registró el mayor impacto fueron los países de Asia oriental, América central y el Caribe y los países de América del sur.”
FUENTE: Revista Noticias
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