Nunca conviene poner el carro delante del caballo pero en el peronismo ya algunos hablan de una nueva jefatura partidaria a cargo de Sergio Massa en caso de que gane el balotaje de noviembre, con el agregado -no menor- de que según esa apreciación inauguraría una era post-kirchnerista.
Jamás, al menos antes de la segunda vuelta, se le escuchará una palabra al respecto al ministro de Economía y candidato presidencial del oficialismo, más allá de la referencia ya pronunciada el último domingo durante el discurso posterior al cierre del comicio, cuando prometió: “En mi gobierno se terminó la grieta”. Un aviso muy sutil de que piensa jubilar la lógica de supervivencia política que sostuvo, al menos desde el lado que le correspondía al PJ en esa hendidura, el liderazgo de Cristina Kirchner en el justicialismo.
En este sentido, Massa se concibe a sí mismo como lo opuesto a Alberto Fernández, el presidente que se está yendo sin pena ni gloria: si llega a la Casa Rosada será, además de Jefe de Estado, el patrón real del peronismo. Algo que ha sido siempre natural en el PJ, un partido de poder, salvo por la anomalía de los últimos cuatro años: Alberto Fernández es el titular formal del justicialismo a nivel nacional pero su conducción no es reconocida ni siquiera por un concejal principiante.
Contará para ello, se descuenta, con la tributación de los gobernadores peronistas, que se reunirán mañana con él para aunar una estrategia de cara a la segunda vuelta, y la mayoría de los gremios de la CGT. Esa masa crítica que con su decisivo respaldo logró que él sea el candidato presidencial casi único del peronismo (lo del piquetero Juan Grabois en las PASO fue testimonial) y así lograron hacer retroceder a Cristina, cuya pretensión era ubicar al camporista Eduardo “Wado” de Pedro como el elegido. Con ese hito, el ministro/candidato logró una primera estelaridad para crecer con jinetas propias en un mundillo peronista que hasta ahí venía sin un norte claro.
El massismo cuenta además al actual piqueterismo oficialista -el Movimiento Evita, Barrios de Pie y demás- como parte del sostén territorial para la posible jefatura partidaria del actual ministro, aún cuando sus líderes saben que Massa jamás les concederá el papel central que éstos tuvieron en el gobierno de Alberto, ubicándose de los dos lados del mostrador: recibiendo planes sociales que ellos mismos otorgan desde sus cargos oficiales. El de Tigre los quiere adentro, pero más controlados.
Lo dicho: Massa juega con la lógica de que si gana el balotaje será el nuevo jefe del PJ porque logró algo que parecía imposible hace dos años, cuando el oficialismo perdió las elecciones de medio término y asomaba el fantasma del regreso de Juntos por el Cambio. No sólo puso al partido en situación competitiva aún manejando una economía deshilachada (algo inédito, material de estudio para la ciencia política) sino que desde el último domingo corre con muy serias chances de continuidad.
Cristina y su “fortaleza”
Pero siempre hay un “pero”. Hacia adentro del justicialismo, el ministro tendrá que lidiar con la figura de Cristina y su tropa de hiper leales, casi religiosos, que ya obtuvieron lo que perseguían como primer objetivo político: retener la provincia de Buenos Aires.
Se supone que ese será el lugar de resistencia de la vicepresidenta si llegara a ganar Javier Milei el balotaje, acaso su escenario ideal. O, tal vez lo más incómodo, si Massa se erige como nuevo jefe de Estado y ella, ya sin cargos formales pero con representación indirecta en ámbitos legislativos, necesitara un contrapeso territorial para espadear con él.
Conviene hilar fino. El relato histórico kirchnerista de que Cristina era la garantía de triunfo del peronismo en el Conurbano pareció relativizarse el pasado domingo electoral luego de una campaña en la que la vicepresidenta, haciendo los deberes que le pidieron, estuvo ausente.
Así, ¿el PJ logró la formidable remontada por Cristina o porque no estaba Cristina? ¿No está en condiciones Massa de atribuir sus 42,87 puntos porcentuales en Buenos Aires a los innumerables subsidios, beneficios y regalos monetarios que repartió como ministro de Economía especialmente entre la clase trabajadora? ¿No fue el 44,88 % de Axel Kicillof un motoricto para el peronismo? Y, en todo caso, ¿ese guarismo del gobernador no es un logro propio después de cuatro años de gestión? Son preguntas que se hace la política.
Esa cuña explotará Massa hacia adentro del PJ, arriesgan fuentes que lo conocen. Sin tener la intención de romper con Cristina, aquella alusión de Axel a componer “una nueva música” en el oficialismo podría haber sido un vaticinio de cierta asociación entre el candidato presidencial y el gobernador para reformular las cosas, aún a costa del resquemor de Máximo Kirchner que hoy asoma enfrentado a Axel.
Dato: se está a nada de que el mandatario desarme la ofensiva interventora que el diputado y titular del PJ bonaerense le armó en su gabinete luego de la derrota en las PASO de 2021. Sólo hay que esperar a que pase el balotaje presidencial. Massa avalará el desplazamiento de los llamados “Insaurralde´s boy”
Hay que reconocerle a Massa una planificación estratégica y una osadía notable. Porque en agosto de 2022 agarró la brasa caliente de Economía pensando en este presente como objetivo ideal: procurar que no estalle todo, ser el único candidato presidencial del oficialismo y, si se daba el triunfo (aún en puntos suspensivos), el nuevo jefe del peronismo.
La primera que lo vio fue Cristina. Pero debió aceptarlo a regañadientes sabiendo que, tarde o temprano, aquel que había sido su exjefe de gabinete y que, virado durante años a opositor llegó a prometer que la metería presa, podía convertirse en el hombre que como mínimo intentaría efectivizar su jubilación política. Algo que está por verse, claro, pero que cualquiera que conoce a Massa en profundidad descuenta como algo inevitable, inherente a su concepción del poder: que, básicamente, no se comparte.
Gobernadores
Massa se reunirá mañana jueves con los gobernadores peronistas en el Consejo Federal de Inversiones (CFI), para cerrar filas de cara al balotaje
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