La clara demanda de cambio del electorado y una posición incómoda para Bullrich


Ya de cara a octubre, una de las pocas certezas que dejaron las Primarias Abiertas del pasado domingo 13 es que el electorado está demandando un cambio, probablemente producto del malestar social por el estado general de las cosas y por las frustraciones históricas con la clase dirigente.

Con su 30 por ciento de adhesiones, Javier Milei emergió con el estatus de nuevo actor de cara a la satisfacción de esa demanda. Patricia Bullrich, ganadora de la Primaria de Juntos, impuso dentro de la dinámica de esa pelea amarilla el mismo criterio: ella, y no Horacio Rodríguez Larreta, era lo que realmente representaba la garantía de que las cosas no se harán con la lógica de siempre.

La foto que dejaron las PASO agrega a la campaña que finalizará el 22 de octubre, día del duelo presidencial, una novedad respecto a lo que la clase dirigente venía barruntando: Milei como el re configurador del escenario -todo el mundo lo daba tercero- y la certeza clara de que, justamente por eso y porque encarna mejor que sus rivales inmediatos la cuestión de “lo diferente”, sus acciones políticas han subido muchísimo. Ahora el libertario vale más que antes.

TRABAJAR POR EL CAMBIO

En efecto, el postulante del peronismo con la marca Unión por la Patria, Sergio Massa, y la propia Bullrich, ahora como candidata única de Juntos, deberán trabajar en serio si aspiran a cubrir aquella demanda de cambio de la ciudadanía, una solicitud casi a los gritos que impugna al sistema en el que ellos dos se formaron y que en definitiva representan.

Para Massa es un gran problema: la economía desquiciada que él comanda como ministro del área actúa de limitante. Ya empezó a decir que él puede representar un cambio “no traumático”, una continuidad diferente digamos. Es una entelequia que pretende potenciar polarizando con Milei, quien en la lógica massista representaría una brusquedad “dañina” por ser fulminante y demasiado diferente. Tanto, que pretendería cercenar derechos adquiridos.

Sin embargo, muchos analistas coinciden en que es Bullrich la figura que deberá hacer el trabajo más artesanal, quirúrgico, para lograr presentarse en octubre como la vía adecuada para satisfacer ese clamor general de subvertir lo establecido. Así, expandir la lógica de su triunfo en la interna de Juntos a la carrera ya más abierta hacia la Casa Rosada es su gran desafío.

En este sentido, Bullrich no tiene un problema económico, como Massa, sino de índole política. Es su gran reto consigo misma: hacer buena política.

El politólogo Lucas Romero, de Synopsis Consultores, acuna un concepto interesante para definir el lugar en el que quedó ubicada la ex ministra de Seguridad luego de las PASO.

Romero parte de la tesis de que Bullrich ha quedado en el centro del escenario, no en materia ideológica (se verá luego si vira más hacia allí) sino en términos posicionales: en el imaginario colectivo ahora está en una instancia intermedia entre la continuidad de este gobierno, que representaría Massa, y el cambio real que por ahora encarna Milei.

 

Debería ayudarla Macri, que coqueteando con Milei, sólo resta a la idea general

 

Pero, detalle no menor, con un bagaje político algo disminuido porque su espacio no fue la opción más votada en las Primarias. Lo que es igual a decir que estuvo por debajo de las expectativas anteriores a las PASO; y eso siempre es leído con un tamiz de cierta derrota.

Esta situación expone a Bullrich a lo que Romero define como la “polarización centrífuga”. Esto es: que los actores que se ubican a los extremos de ese centro se van a buscar entre sí. A Massa le conviene polarizar con Milei y viceversa. No en términos acuerdistas, sino por tendencia natural para sobrevivir. Y parte del “voto disponible” que ambos deberían buscar ahora lo tiene en teoría Bullrich. En efecto, Massa debe mirar como pecera posible en dónde pescar a aquel 11 por ciento que obtuvo en las PASO Rodríguez Larreta; y Milei a aquellos duros del 17 por ciento que votaron a Patricia.

Así, los extremos se buscan e intentan transmitir a los votantes de centro, esa posición en la que ha quedado Bullrich, la necesidad de converger hacia ellos.

Por eso la candidata de Juntos necesitaría de la política, entendida en esta etapa como la construcción de consensos más amplios de los que tejió hasta ahora. Ya se dijo en este diario: se impone para ella la necesidad de consolidar el 28,27 por ciento que obtuvo Juntos, no dejando ir ni un sólo voto de los que sacó Larreta. Hay que contar ahí al radicalismo de Gerardo Morales, por ejemplo.

No ayudaría a ese concepto una suerte de caza de brujas que habría desatado el bullrichismo entre los equipos que trabajaron con Larreta. La sede nacional del PRO, en la porteña calle Balcarce, ha sido escenario de expulsiones y despidos cuando desembarcaron los triunfantes colaboradores de la ex ministra. Hablamos de una legión de técnicos y militantes con terminal en el gobierno de CABA que tal vez podrían ser aprovechados por Bullrich si se alinean sin chistar detrás de su postulación.

Es que Bullrich debería procurar algún mecanismo para remontar y dejar en el pasado la fiereza que mostró la Primaria amarilla. Restañar heridas, curar vínculos dañados. Porque, antes de salir a buscar votos de otras fuerzas o pedir el de los que no asistieron a votar el domingo 13, necesita mostrar que todo JxC se encolumnará detrás de su figura; transmitirle a las patas de la alianza un objetivo esperanzador. “Recrear el espíritu de cuerpo”, define Romero ante la consulta de este cronista. Esto interpela directamente las cualidades de líder de Patricia. ¿Las tendrá?

Debería ayudarla Mauricio Macri, que coqueteando con Milei sólo resta a esta idea general. El ex presidente tendría que contener cierta pulsión a menoscabar la posibilidad de cualquier liderazgo nuevo en Juntos, algo que ha hablado con la ganadora de la PASO. Ya le ganó una pulseada a su ex pupilo Rodríguez Larreta, precisamente sugiriendo sus preferencias hacia Bullrich. No sería el momento ahora de enfrentarse a su ex ministra.



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