
El gobernador bonaerense, Axel Kicillof
La llegada de Javier Milei a la Casa Rosada abre un gran signo de interrogación para la provincia de Buenos Aires gobernada por Axel Kicillof. Será la primera vez en más de 20 años de vida democrática que el mandatario bonaerense y el presidente de la Nación no coincidirán en lo político.
La última vez había sido en 1999 con Fernando de la Rúa y Carlos Ruckauf. Ambos administraron sus respectivos poderes ejecutivos hasta el estallido de diciembre de 2001. Luego de la salida del exmandatario de la Alianza, en enero de 2002 el referente peronista renunció a la gobernación para asumir como ministro de Relaciones Exteriores de Eduardo Duhalde.
La anterior experiencia había ocurrido en los últimos dos años de mandato de Raúl Alfonsín. Durante la etapa más crítica del dirigente radical gobernó el territorio bonaerense Antonio Cafiero, quien asumió en 1987 en reemplazo de Alejandro Armendáriz. En esta oportunidad tampoco llegó a haber dos años de convivencia entre un presidente y un gobernador de distinto signo político: Alfonsín dejó la Presidencia en julio del ‘89 y Cafiero continuó al frente de la provincia dos años más, con Carlos Menem como presidente.
En ambas experiencias, la cohabitación entre el Presidente y el Gobernador no estuvo exenta de tensiones, sobre todo en vísperas de la crisis de 2001, cuando se apuntó contra Buenos Aires por la presunta desestabilización del gobierno nacional.
De cara a la próxima gestión, el antagonismo entre el gabinete de Milei y Kicillof asoma evidente. Mientras que el equipo de la Nación estará integrado por miembros de La Libertad Avanza, ministros cercanos a Mauricio Macri y también a Juan Schiaretti; en la Provincia son varios los que reportan al kirchnerismo duro.
Kicillof deberá administrar además una provincia que necesita en gran medida de la inyección de fondos nacionales. Gracias a ellos pudo sostener la obra pública y garantizar, por caso, los salarios de docentes y estatales. Pero ahora deberá gobernar en una Argentina conducida por un presidente que promete un brutal ajuste fiscal y que ve en el mandatario bonaerense uno de sus opositores más directos.
Por eso hay quienes anticipan ya que hay que prepararse para una relación muy conflictiva entre el Gobernador y el nuevo Presidente, dos hombres con formaciones, pensamientos, ideologías, formas de ver la política y el Estado disímiles. “Y eso no puede de ninguna manera tender puentes o líneas de trabajo entre uno y otro”, advirtió al respecto ante el portal El Economista el senador bonaerense Agustín Maspoli, de la Unión Cívica Radical (UCR).
También el columnista de EL DIA Gustavo Marangoni, licenciado en Ciencias Políticas y presidente del Banco Provincia durante la gestión de Daniel Scioli, analizó las tensiones que podrían desatarse a partir del 10 de diciembre entre la Nación y la Provincia. “El antagonismo entre Milei y Kicillof se dará no sólo porque el gobernador siempre ha tenido un discurso contrario muy firme respecto de la orientación neoliberal, sino también porque el propio gobierno de Milei tal vez lo elija como un rival arquetípico”, observó Marangoni y sumó otro punto de conflicto: “Estamos ante un gobernador que en estos cuatro años ha tenido mucha asistencia económica por parte del gobierno nacional en lo que refiere a los recursos discrecionales, y en un contexto de ajuste es más que esperable que Nación corte buena parte, sino todos los recursos que hoy se destinan desde el Ejecutivo Nacional al gobierno bonaerense”.
En el mismo sentido, el analista político y director del Observatorio Electoral Consultores y Roger Data, Julio Burdman, anticipó que “van a competir dos personalidades contrapuestas y dos formas de ser economistas, porque finalmente Argentina va a tener por primera vez un economista presidente y, del otro lado, tal vez un economista con potencial de ser el jefe de la oposición”.
En efecto, con Sergio Massa derrotado y Cristina y Máximo Kirchner alejados de la exposición pública, el Gobernador asoma como el flamante líder de la oposición peronista en la era Milei.
Reelecto de manera categórica en las elecciones de octubre y mandatario de la Provincia que más votos le aportó a Unión por la Patria, Kicillof se posicionó como el referente opositor por antonomasia ya en la madrugada del lunes 20 de noviembre, cuando felicitó a Milei por su triunfo en el balotaje, pero sin dejar de aclarar que “la mayoría de los bonaerenses ratificó el proyecto reelecto en octubre, en favor de los derechos, de la producción, el trabajo y de un futuro mejor para todos. Seguiremos trabajando para honrar ese compromiso asumido con el pueblo de la Provincia por los próximos cuatro años”.
Cierto es que el mandatario provincial se impuso en octubre de manera contudente, sacándole casi 20 puntos de ventaja a sus competidores.
Aquel aplastante resultado ilusionó a Unión por la Patria de cara al balotaje. En el oficialismo daban por sentado que iban a imponerse nuevamente en la provincia de Buenos Aires y el objetivo era estirar la diferencia, sobre todo en el Conurbano, donde históricamente se hizo fuerte el kirchnerismo y donde a la vez el macrismo y las ideas del líder libertario generan mayor resistencia. Sin embargo, en las elecciones del 19 de noviembre el oficialismo sacó poco más de un puntos de ventaja: obtuvo el 50,73% contra el 49,26% de La Libertad Avanza, insuficiente para depositar a Massa en el Sillón de Rivadavia.
El balotaje terminó derribando así el mito de que Buenos Aires -donde se suele decir que se juega “la madre de todas las batallas”- es el distrito que “pone presidente” y el que “define la elección presidencial”. Milei gobernará la Argentina, aún sin haber ganado la Provincia.
El balotaje derribó el mito de que quien gana la Provincia es quien “pone al Presidente”
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