El affaire de Martín Insaurralde en Marbella y sus posibles -y desconocidas- consecuencias electorales dispararon un temor en el oficialismo que, curiosamente, no había generado antes ni siquiera la mayor incomodidad que deben afrontar los candidatos de Unión por la Patria frente al electorado: la realidad de una economía detonada. Sergio Massa, Axel Kicillof y demás postulantes del espacio no tienen claro hasta dónde impactarán las fotos del dispendio millonario del hombre fuerte de Lomas de Zamora.
Pero lo notable del incidente es lo que pasó puertas adentro del peronismo, en especial del bonaerense. Reproches, sospechas, teorías conspirativas. Intramuros, en efecto, la dirigencia justicialista pareció más obsesionada por saber de dónde vino el golpe que por condenar la obscenidad lujuriosa de las imágenes “malditas”, que exponen una enorme incompatibilidad entre los ingresos declarados del exjefe de gabinete provincial y los gastos mínimos que supone la aventura europea. Incluido el yate colosal, el champagne francés y los regalos millonarios.
Para esos ojos, Insaurralde es un “boludo” por dejarse fotografiar por la modelo Sofía Clérici, un “irresponsable” por hacer el viaje al Mediterráneo “justo antes de las elecciones, un “tierno” que “se comió una operación y, en definitiva, un conspirador involuntario contra la campaña de Unión por la Patria.
O sea que, según esa lógica no hecha pública pero que parece bastante generalizada sobre todo entre los barones del Conurbano, lo que está mal es la difusión del viaje pantagruélico (término que se aplica a la comida y bien vale aquí para la mariscada que salió en las fotos) y no la realización del mismo que, se reitera, es inexplicable si se mira la declaración jurada que Insaurralde presentó en su calidad de funcionario público.
Tal vez eso sea así porque, en el fondo, subyace detrás de las críticas internas hacia el lomense cierto sentimiento de solidaridad y hasta de empatía. El ponerse en el lugar del otro. El “podría pasarle a cualquiera”. Se aclara en este espacio, por las dudas: a cualquiera no.
En el mundillo político es sabido que las palabras suelen tener cierto carácter efímero; una vez dichas, pasan. La mayoría de las veces tienen retorno. El actual oficialismo es una clara muestra de ello: ¿o Alberto Fernández y Massa no eran cáusticos declarantes contra Cristina Kirchner, juramentándose jamás volver a su lado, y al final terminaron asociados con ella?
Una imagen vale más que…
Pero las imágenes son todo lo contrario: quedan. De hecho, el viaje de Insaurralde aparentemente fue en los inicios de setiembre pasado pero la difusión de las fotos el último sábado las vistieron de instantaneidad, de ahora, de “en este momento”.
No obstante, el efecto más dañino para el lomense, en términos de opinión pública, es que las imágenes actúan como confirmación de presunción, como una síntesis brutal de lo que podría haberse sospechado antes. Porque Insaurralde llegó a este episodio escandaloso con un bagaje informativo negativo que incluyó:
-La data difundida inicialmente por el periodista Carlos Pagni en LN + sobre su divorcio de Jesica Cirio, que habría incluido un acuerdo por el cual la conductora embolsó unos 20 millones de dólares depositados en una cuenta en el exterior. La información nunca fue desmentida por los interesados y en corrillos políticos, al parecer, se sabía desde hace tiempo.
-El episodio de “Chocolate” Rigau, encontrado con casi 50 tarjetas de débito de empleados de la Cámara de Diputados bonaerense y más de un millón de pesos en extracciones de cajeros automáticos, en lo que se sospecha es un mecanismo espurio de financiación política. No es secreto que esa Cámara, y su millonario presupuesto, es manejada por Insaurralde a través de su delegado Federico Otermín, actual candidato a intendente de Lomas de Zamora.
“Es una extorsión, le habría explicado Insaurralde a un importante funcionario cuando el sábado pasado las fotos de Marbella eran tendencia en las redes y el gobierno bonaerense y la campaña presidencial de Massa se parecían a un hervidero.
Insaurralde entregó dos renuncias a modo de castigo por el “error “(Massa dixit): a la jefatura de gabinete provincial y a su postulación como primer concejal en Lomas.
Por cierto, el de Tigre tuvo ayer un derrape. Dijo sospechar del momento en que aparecieron las fotos, como vinculándolas sólo a la campaña. Y agregó: “Creo además que esta chica ya tuvo un antecedente con algún candidato…”. No lo mencionó, pero fue claro que se refería a Daniel Scioli porque a Clérici se la vinculó con él hace años.
Más allá de incendiar a un personaje que detesta, Massa graficó así el perfil conspirativo con el que se lee en la política el affaire Insaurralde. Teorías que cruzan al universo peronista y que van desde una “vendetta” contra el lomense pergeñada por empresarios del juego presuntamente enojados por cierta traición (el hombre maneja el Instituto de Lotería y Casinos de la Provincia a través de su delfín, Omar Galdurralde) hasta una jugada de los servicios de inteligencia vaya uno a saber con qué fin, pasando por un gesto colérico, intempestivo, de la dama en cuestión cuando se enteró del millonario divorcio de su compañero de viaje. En Argentina se aburre el que quiere.
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