Entre viejas grietas y nuevos saltos al vacío


“Unidad Penal Dra. Cristina Fernández de Kirchner”. Así concluye el último spot de campaña de Patricia Bullrich. Con una implícita referencia a las políticas en materia de seguridad implementadas en El Salvador por Nayib Bukele, la candidata de Juntos por el Cambio promete entre las primeras acciones de su eventual gobierno la construcción de una mega cárcel en un lugar alejado destinado a narcos, corruptos y asesinos. La voz de la exministra de Seguridad es la encargada de relatar los detalles de la iniciativa pero se detiene en el nombre de la proyectada penitenciaría -el de la vicepresidenta- que solo se puede leer, no escuchar. Más allá de los recursos estéticos y narrativos de la pieza publicitaria, lo cierto es que los asesores de comunicación y estrategia han decidido redoblar la apuesta antikirchnerista como modo de procurar abandonar el tercer puesto que, casi sin excepción, le profetizan las encuestas de opinión. Hay cierta pereza intelectual en el diagnóstico que parece insistir en los gajos de una grieta que dio sus frutos en el pasado pero parece tener cada vez menos jugo para ofrecer.

La irrupción de Javier Milei y su performance del pasado 13 de agosto ha desplazado el viejo antagonismo por uno nuevo. Pero siempre resulta incómodo abandonar la trillada zona de confort.

Esto vale también para CFK que regresó a las clases magistrales después de un prolongado silencio. Su mensaje no contiene novedades. En los últimos años se ha esforzado tanto en enaltecer las virtudes que le asigna a los tres gobiernos K que ha suprimido de su agenda al presente y el futuro. De hecho el acto del fin de semana fue para presentar la reedición de un libro publicado hace veinte años. Una auténtica tienda de nostalgia. Sus apariciones esporádicas solo para rememorar los tiempos más felices de su trayectoria política le garantizan la fidelidad de los memoriosos y la indiferencia de las nuevas generaciones.

En el laberinto que se vio obligada a tejer por las circunstancias no logra encontrar salidas sino que, como la Penélope de la Odisea, solo encuentra una forma de estirar los tiempos tejiendo de día y destejiendo de noche. De allí que la perseverancia de Patricia para con Cristina resulte de alguna manera una pasión inútil, una suerte de foto en sepia. Probablemente también, un abuso de rencor.

Mientras tanto La Libertad Avanza. Milei concentra la atención y despierta dudas respecto del futuro que algunos no dudan en caracterizar como un salto al vacío. Entre estos se cuentan economistas, religiosos de distintas confesiones, juristas y gente de la cultura que, entre otros colectivos, firman solicitadas para avivar los temores que despierta “el león de la motosierra”.

Quizás no perciban que sus reacciones indignadas pueden resultar funcionales para que los libertarios rellenen el vacío con esas mismas proclamas gastadas y aceleren en el tramo final de la campaña como “lo nuevo” opuesto a todo “lo viejo” adueñándose definitivamente de la bandera del cambio.

Tampoco faltan los que advierten que, mientras los jóvenes lo votan por esperanza de renovación otros grupos lo harían por cierto morbo de ver como un nuevo colapso termina provocando una suerte de purificación ritual. Frente a una década larga de crisis sin fin aparecen quienes advierten que solo con la espiralización de la crisis podrá sobrevenir el capítulo final del país estanflacionario que supimos conseguir.

El candidato oficial

Claro que si de saltos al vacío se trata están los que postulan que la campaña del ministro-candidato califica para el rubro. Las iniciativas de las últimas semanas dedicadas a impulsar el gasto y reducir los ingresos en un contexto de alta precariedad de las cuentas públicas son vistas por algunos como un pasaporte a superar los ya altos niveles de inflación.

No les faltan números para respaldar sus pronósticos pero si quizás alguna lectura política. Detrás del vendaval de medidas existe algo más que la pretensión de mitigar los efectos de la devaluación mediante un nuevo “plan platita”.

Lo que Sergio Massa está empeñado en demostrar es su verdadera vocación de poder, su voluntad absoluta de jugarse entero a la construcción de un proyecto político que abra una nueva era en la historia del peronismo dispuesta a hacer los cambios más profundos en el país desde el corazón mismo de “la casta”.

Aunque no pueda plantearlo en esos términos, su estrategia radica en utilizar a su favor las tradicionales críticas que ha recogido a lo largo de su biografía, haciendo así de la necesidad virtud. En síntesis: proponer como programa de gobierno la ventaja de ser “ventajita”.

La irrupción de Milei y su performance ha desplazado el viejo antagonismo por uno nuevo

 



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