Desde fines de septiembre estamos asistiendo a una corrida contra el peso que no expresa más que una situación casi de pánico en un contexto de suma incertidumbre tanto económica como política y en la cual el principal candidato a la presidencia declara que mientras “más alto el dólar” mejor para él y sus planes de dolarización.
Los desequilibrios macroeconómicos actuales son casi pura y exclusivamente responsabilidad de este Gobierno y es quien debe lidiar con ellos. Pero rociar con nafta un principio de incendio solo precipita un mayor fogonazo en todas las variables de mercado.
La estabilidad macroeconómica se encuentra muy frágil, endeble y susceptible de padecer todos los males: corridas cambiarias, de deuda y de depósitos. Jugar vía declaraciones con los ahorros privados, que constituyen el capital de trabajo de las empresas y las reservas de las familias no se presenta como una estrategia tranquilizadora de cara al futuro inmediato.
La inflación ronda 250% anualizada durante el último trimestre, los salarios hace tiempo la vienen corriendo de atrás y las empresas, frente al torniquete cambiario y de importaciones se las arreglan de alguna manera para continuar produciendo, en medio de una histórica sequía que genera faltante de divisas.
Debido a este contexto, se aceleró el desarme de plazos fijos, donde los agentes económicos dejaron de renovar sus tenencias buscando posiciones más favorables hacia la liquidez que les permita tomar decisiones inmediatas de cara a las elecciones y en caso de que el contexto macroeconómico empeore aún más. Los plazos fijos totales (sumando a tasa fija e indexados, públicos y privados) pasaron de $19,5 billones en la última semana de septiembre a $17,7 billones el 9 de octubre. Es decir, cayeron casi $2 billones y 10% en términos reales en solamente diez días.
Nada garantiza que la corrida haya finalizado a pesar de la calma transitoria de los tipos de cambio financieros, el blue y la deuda en pesos CER. Esto se ha logrado con más cepos para los dólares financieros, feriados de por medio y el amedrentamiento de la fuerza pública para los segmentos ilegales que solo parecen alcanzar para una tregua dónde el dólar no salte de $ 1.000 y la brecha se estacione en 150%. Hasta acá es solo llegar al 22-O.
Vayamos por un instante a las post PASO 2019. En plena corrida contra los depósitos en US$ en septiembre de 2019 el apoyo y mensajes tranquilizadores respecto a la solidez y liquidez de los bancos fue unánime en todo el arco de profesionales de la economía, sin distinción política. Fue sensatez y actitud profesional lo que prevaleció. Ahora parece ser lo opuesto, ya que se intenta que el dólar no tenga techo y la salida de los pesos no haga piso. La buena noticia en medio de tanta incertidumbre es que la posición de liquidez del sistema financiero es sólida pues cada 10 pesos de depósitos en moneda local los bancos disponen inmediatamente de 7,5 y cada 10 dólares de depósitos en moneda extranjera los bancos disponen inmediatamente de un total de 8.
¿Y después del 22 de octubre?
La manera que se presentan los acontecimientos y la forma destructiva que muestra la competencia electoral hacen pensar que el puente de transición no resiste hasta el 10 de diciembre.
En estas circunstancias preguntarse por la macro bajo distintos regímenes económicos en 2024 parece un ejercicio de ciencia ficción. El horizonte es más acuciante, se cuenta por días, y necesitará de algún atisbo de cooperación y coordinación entre las fuerzas políticas que queden en la carrera electoral hasta fin de noviembre (lo mismo si hubiera ganador en primera vuelta) para evitar una estampida de las variables que desestabilice aún más el frente cambiario, inflacionario y la demanda de pesos, lo que asestaría un nuevo golpe a la economía real, la producción y los ingresos.
“Lo peor ya pasó” acaba de manifestar, una vez más, el ministro-candidato oficialista. Aunque eso es lo que debe decir resulta difícil coincidir.
Falta atravesar el puente de la transición política hasta diciembre, y ello requiere un mínimo consenso sobre la necesidad de desterrar la idea de que tierra arrasada es el mejor escenario para comenzar a gobernar.
El cuadro económico y social actual es muy malo. Evitar romper contratos, eliminar la posibilidad de una hiper y/o corrida de depósitos es mucho mejor punto de partida que destruir todo para empezar de nuevo. Si no se dan señales contundentes la noche del domingo 22 con los resultados puestos después del voto popular, habrá que prepararse para el resultado del voto de los mercados del lunes 23. Ojalá que el corazón y el bolsillo no se presenten muy disociados.
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