
El debate entre John Kennedy y Richard Nixon / web
Los debates presidenciales en Estados Unidos ya son una tradición insoslayable dentro del proceso electoral. De hecho, fueron la cuna de estas disputas que suelen ir más allá de lo dialéctico, en busca de un electorado indeciso o esquivo para algunos de los candidatos. Y como todo, fueron evolucionando, tanto en sus formatos como en los modales y el tono de las exposiciones, con más cruces de acusaciones que propuestas.
Esta evolución se ve desde aquel primer debate muy riguroso en su esquema, allá por los comienzos de los años 60, entre el demócrata John F. Kennedy con el republicano Richard Nixon, hasta los últimos entre Joe Biden y Donald Trump, con intensos cara a cara, donde más allá de respetar ambos las formalidades impuestas, no dejaron de atacarse. El año que viene se podría volver a repetir.
Mucho tuvo que ver la aparición de la televisión. El debate para las elecciones de 1960 entre en aquel momento senador J.F. Kennedy y el vicepresidente Nixon atrajo a más de 66 millones de espectadores de una población de 179 millones. Fue una de las transmisiones más vistas en la historia de la pantalla chica estadounidense. Ese poder de la imagen lo buscó capitalizar el demócrata quien fuera luego elegido presidente: cuentan que no solo se preparó para una batalla discursiva. También se maquilló, buscó sonreír y le habló directamente a la cámara. En cambio, el republicano con más experiencia política dio muestras de cansancio y de no estar muy cómodo. Muchas veces tuvo que secar su frente, con actitudes nerviosas. Muchos observadores han considerado la victoria de Kennedy sobre Nixon en ese primer debate como un punto de inflexión en las elecciones.
Ford y Carter
Tuvieron que pasar 16 años antes de que los candidatos presidenciales de las elecciones generales volvieran a debatir cara a cara ante las cámaras de la TV. Fue el presidente republicano Gerald Ford -sucesor interino de Nixon- quien aceptó enfrentar en campaña al demócrata Jimmy Carter.
Dicen las crónicas de esa época que todo estaba parejo hasta que el oficialista, Ford, dijo con firmeza una frase que en plena guerra fría quizás le costó perder las elecciones: “No existe ninguna dominación soviética en Europa del Este”.
Años más tarde, Carter en busca de su reelección, tuvo que lidiar en el debate presidencial frente a una figura de Hollywood, Ronald Reegan, que se movía como un pez en el agua frente a las cámaras. Soportando los embates del demócrata, sobre el final el republicano tuvo una pregunta finalmente dirigiéndose al electorado: “¿Usted está mejor económicamente que hace 4 años?”. En 1984, un veterano Reegan hizo valer toda su experiencia contra su oponente demócrata, Walter Mondale; y fue reelecto por cuatro años más.
En 1988 el debate más visto fue entre los candidatos a vicepresidente. El compañero de fórmula de George H. Bush, Dan Quayle, se defendió de las acusaciones de tener poca experiencia al decir que tenía más o menos la misma experiencia que John Fitzgerald Kennedy cuando se convirtió en presidente. La respuesta de Lloyd Bentsen, segundo en la fórmula demócrata liderada por Michael Dukakis, fue contundente: “Senador, yo serví con Jack Kennedy. Conocía a Jack Kennedy. Jack Kennedy era mi amigo. Senador, usted no es Jack Kennedy…”.
UNA INNOVACIÓN Y UN TERCER CANDIDATO
En 1992 se introdujo el formato “town hall”: los candidatos a presidente debían contestar de pie a las preguntas de la gente. Ya se empiezan a tomar más las actitudes y los movimientos, más que las exposiciones. Los analistas, en ese sentido, señalan un error fatal del presidente George H. Bush (padre) en el debate frente a Bill Clinton: mirar la hora en su reloj justo mientras una mujer le hacía una pregunta sobre cómo el tamaño de la deuda pública lo afectaba personalmente. Así, creen que el gesto hizo quedar a Bush como arrogante y distante y, sobre todo, como alguien que no quería estar ahí en ese momento. Las elecciones las ganó el demócrata.
Pero además se dio la particularidad de un debate con un tercer candidato que se coló como independiente: Ross Perot, el multimillonario texano que compitió dos veces por la presidencia de Estados Unidos. Sin embargo, 4 años después cuando se cruzaron Bill Clinton y el senador republicano Bob Dole no le dejaron participar.
Gore y Bush
En 2000, en otro debate modelo “town hall”, el candidato demócrata Al Gore fue criticado por invadir el espacio de su rival, George Bush (hijo). Probablemente quería presionar a su adversario, pero obtuvo el efecto contrario, resultando un movimiento más torpe que amenazador. El republicano ganó esas elecciones, unas de las más ajustadas en la historia de los EE UU. Cuatro años después protagonizó un tenso debate con el senador John Kerry.
El candidato republicano John McCain, en 2008, se ganó la atención mediática cuando, discutiendo durante un debate con Barack Obama, se refirió al candidato demócrata como “That one” (“Ese tipo”). Así despertó las dudas de los observadores sobre qué era lo que quería transmitir McCain con esa señalización: ¿era condescendencia, desprecio o había sido simple confusión? Cualquiera fuera la respuesta, no lo ayudó a remontar en las encuestas e impedir la elección del primer presidente afroamericano del país del Norte. En 2012, en cambio, Obama no la pasó bien ante el republicano Mitt Rommey, pero lo pudo remontar para ser reelecto por otros 4 años.
Hillary Clinton y Trump
Para alquilar balcones, y de hecho fue uno de los más vistos en televisión y la innovadora internet, fue el debate en 2016 entre la experimentada política y funcionaria Hillary Clinton y el multimillonario Donald Trump, que sorprendió en las internas de los republicanos para convertirse en su candidato.
Y el último debate en 2020 -el único por la aparición del Covid y el aislamiento- entre Joe Biden y Trump ya traspasó límites. Mucho lo calificaron como un espectáculo caótico y virulento. Un Trump en su versión más agresiva, insumiso a los turnos de palabra, se lanzó en tromba contra un Biden que trató de mostrarse más mesurado, pero también bajó al barro: le dijo “mentiroso”, “payaso” y hasta lo mandó callar. ¿Hay revancha en 2024?
Los debates presidenciales en EE UU ya son una tradición dentro del proceso electoral
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