Su rostro cerúleo y amarillento, sus párpados pesados y sus pupilas como puntas de alfiler, con un puro en la boca y apoyado en su bastón, tal vez sea una de las imágenes más emblemáticas de la historia de Inglaterra. El hombre que fue Primer Ministro de Gran Bretaña durante la Segunda Guerra Mundial: Winston Churchill. Sus discursos lograron marcar una época. Sin ir más lejos, el que pronunciara en marzo de 1946 es uno de ellos, en el cual popularizó la expresión “cortina de hierro” para bautizar la política de la Unión Soviética en Europa y el inicio de la Guerra Fría.
Sin embargo, hubo otro Winston Churchill. También fue político, historiador y escritor, con la salvedad de haber nacido en Estados Unidos, haber sido candidato a gobernador y gozar de una moderada fama. Toda su notoriedad se apoyó, principalmente, en un grupo de novelas históricas, tituladas The celebrity, Richard Carvel, The Crisis y The Crossing. Su mayor inconveniente para alcanzar un reconocimiento universal fue la existencia de un contemporáneo que para mayor confusión llevaba su mismo nombre. Lo cierto es que al político, que jamás cultivó la literatura, le fue acordado en 1953 el Premio Nobel de Literatura. En tanto a que el Winston Churchill escritor se hundió en el olvido por la desgracia de tener el mismo nombre de una de las mayores celebridades del siglo XX.
Nunca se supo si el Churchill norteamericano viajó alguna vez a Inglaterra, donde su pasaporte hubiera llamado la atención. En cambio, el Churchill inglés recibió la honorífica distinción de ser designado ciudadano ilustre de Estados Unidos, por resolución expresa del Congreso en abril de 1963. Fue precisamente en uno de sus viajes por Estados Unidos que el héroe británico pronunció un discurso en Fulton, Missouri, donde despertó la atención mundial sobre el expansionismo soviético. Su virtud más grande quedó sintetizada en una de sus frases: “El éxito es la capacidad de ir de fracaso en fracaso sin perder el entusiasmo”.
Los dobles del Churchill británico crearon otros grandes problemas. En cierto punto de la guerra, y tras una reunión cumbre en Argelia en junio de 1943, Churchill y su ministro Anthony Eden debían regresar a Inglaterra, sabiendo que sus pasos eran vigilados por el espionaje alemán. Tal como lo narró el propio Churchill en sus memorias, se trataba de un avión de líneas comerciales que partía de Lisboa hacia Londres. A ese avión subió un hombre corpulento y taciturno, que fumaba un grueso cigarro. Algún espía alemán, cuenta Churchill, parece haber confundido a ese hombre con él. Cursó un aviso urgente a sus superiores, y así fue como un teledirigido alemán se ocupó de derribar sobre el Golfo de Viscaya al inofensivo avión de transporte, asesinando, entre otros, al célebre actor teatral y cinematográfico Leslie Howard.
El año que estalló la Segunda Guerra Mundial, Leslie Howard, movido por su patriotismo, había regresado a Inglaterra. Allí se involucró personalmente en el conflicto: trabajó en programas de radio orientados a animar la moral del pueblo británico, dirigió tres documentales y participó en varias películas propagandísticas como Los Invasores de Michael Powell. Hay quienes sostienen que, el día que fue asesinado, Howard llevaba a cabo una de sus misiones más importantes, pues habría recibido el encargo de Churchill de transmitirle a Francisco Franco el mensaje de que no ingresara a la Guerra y se mantuviera neutral.
No obstante, sobre aquel episodio histórico surgieron otras versiones más convincentes. Una afirma que Churchill utilizaba un “doble” para desconcertar al espionaje alemán. Otra, en cambio, afirma que si bien Howard trabajaba para los servicios de inteligencia británicos, no era un candidato a ser ultimado por los alemanes. Lo cierto es que la actividad de Howard como héroe oculto se pareció irónicamente a uno de sus papeles cinematográficos más importantes, el que interpretó en Pinpinela Escarlata en 1935, y el heroísmo resulta mayor si, como afirmaron algunos, Howard viajó a sabiendas de su muerte.
FUENTE: https://diariohoy.net/interes-general/winston-churchill-sus-homonimos-y-dobles-220918
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