Massa potencia las medidas electoralistas y el mensaje de que cambiar sería para peor


Con el antecedente inmediato en los comicios legislativos de 2021, cuando el desmanejo de la pandemia de Covid y el escándalo de las vacunas VIP lo ponía en situación perdidosa, el Gobierno apela otra vez al “plan platita” para tratar, en este caso, de entrar al ballotage presidencial. En realidad, exacerbó ese ejercicio de medidas electoralistas, coyunturales, de cuestionable catadura moral y de seguro elevado costo fiscal a futuro.

En su doble rol de ministro de Economía -léase decisor de cómo se manejan los fondos del Estado- y candidato presidencial del Gobierno, Sergio Massa viene anunciando una catarata de medidas para ponerle plata en el bolsillo a la gente, que tuvieron una expresión paradigmática dentro de la lógica del clientelismo político con el anuncio de sorteos de autos, motos y electrodomésticos para los que paguen compras con tarjeta de débito y así se hagan acreedores de la devolución del IVA en los productos de primera necesidad. Entrarían al sorteo, además, los comerciantes que vendan en blanco.

Este tipo de “regalos” son habituales en varias provincias argentinas, donde gobernadores con reminiscencias feudales ofrecen bonos extraordinarios a los empleados públicos, heladeras y cocinas, motitos y nombramientos para familiares, a cambio del voto. También, es usual en varios caudillejos del Conurbano bonaerense que manejan intendencias y, más modestos, regalan por ejemplo bicicletas o monopatines eléctricos.

Pero que la metodología se agigante tanto desde el Estado nacional es medio inédito. Mauricio Macri intentó algo similar, pero mucho más módico porque estaba atado por el acuerdo con el FMI, después de caer en las PASO de 2019. No le sirvió de nada.

El recuerdo de la “LoterIva”

Surgió por estas horas el recuerdo de la “LoterIva”, una iniciativa del gobierno de Carlos Menem de 1990 en el que los participantes debían acumular 12 boletas en las que se constatara que, por la compra de un bien o el pago de un servicio, habían abonado el Impuesto al Valor Agregado (IVA).

Era para establecer un doble control sobre los comerciantes: se cruzaban los datos de las facturas que presentaban los ganadores con las declaraciones impositivas de los empresarios. Massa también busca que se transparenten ventas -este país tiene más de 40% de su economía en negro- y que por consiguiente las mismas tributen.

Entrar al ballotage es la obsesión de Massa, que busca para eso debilitar a Juntos

Pero, sobre todo, persigue seducir a cierto votante fuera del núcleo duro peronista/kirchnerista con la quimera de los premios. A lo que se suma la suba del mínimo no imponible de Ganancias hasta 1.770.000 pesos para trabajadores registrados, el bono de 60 mil pesos, créditos a jubilados y activos y la lista sigue. En su estrategia, parece dispuesto a sacrificar la relación con el Fondo, que ya envío una fuerte suma de dólares pero, según ha trascendido, ahora sólo tiene palabras de reprobación hacia la Argentina.

Es entendible que las medidas, digamos demagógicas, sean aplaudidas por la gente que se beneficia de ellas porque en un contexto de desquicio económico, en el que cuesta llegar a fin de mes y el salario queda corto, todo suma. ¿Pero le suma votos al Gobierno prometer casi sin inhibiciones? ¿Tendrá, digamos, eficacia electoral?

Es una pregunta que se hacen el mundillo político, en especial en el peronismo, que se enfrenta a la posibilidad de hacer su peor elección de la historia en condiciones de unidad, como con la que llega ahora.

Una “obsesión”

El reconocido sociólogo y analista Marcos Novaro, en diálogo con este cronista opinó: “Es probable que sume menos de lo que el Gobierno cree. Entrar al ballotage es la obsesión de Massa, que busca para eso debilitar a Juntos. La estrategia es que, si gana Milei, éste sea un presidente débil para condicionar su eventual gobierno. Y que además haga el trabajo sucio del ajuste que indefectiblemente habrá que hacer.”

Este tipo de “regalos” son habituales en varias provincias argentinas

Agrega: “Yo no veo que el peronismo esté realmente desesperado. No se siente derrotado, aun cuando probablemente hagan una mala elección. Si Massa entra a la segunda vuelta y Axel Kicillof es reelegido en Buenos Aires, ellos serían los actores que provean gobernabilidad al próximo presidente; más los gremios y los piqueteros que están en el mismo paquete”.

Milei, se recuerda, ya hizo un acercamiento a los sindicatos en uno de los ejercicios de mayor refutación de su propio relato. Nada menos que con Luis Barrionuevo, aparente garante de la fiscalización de La Libertad Avanza en octubre, sinónimo de enquistamiento castista.

En ámbitos peronistas circula una certeza, tal vez aventurada: “La gente se acostumbró a la inflación”. Por eso, especulan en el PJ, no sería algo tan destructivo para la candidatura del ministro de Economía, quien aparece como el proveedor de esas pequeñas soluciones ilusorias, parches para hacer menos cuesta arriba los meses previos a la elección.

“Creo que eso es una gran mentira”, opina Novaro de aquella premisa intramuros del oficialismo. “La adaptación social a la suba constante de precios no es absolutamente flexible. Hay frustración, es el tema central de preocupación en cualquier encuesta y a esta altura la gente atribuye la inflación al Gobierno, ya no a los empresarios o formadores de precios. Incluso los votantes del peronismo piensan así. Es un argumento de auto salvación”, agrega el analista.

La transmisión del mensaje

Pero Massa, histórico encantador de serpientes, se muestra hábil en la forma en que transmite el mensaje. Porque una parte grande del electorado evidenciaría un notable miedo a que todo empeore aún más. Dicen en el Gobierno que, incluso, lo tienen medido.

Así, con su “plan platita” remasterizado para el contexto inflacionario, con su eslogan “la patria está en peligro”, el candidato Massa le viene hablando a ese universo temeroso. “Yo tengo el salvavidas, estamos mal pero con nosotros no te ahogas”, sería una traducción muy coloquial de esa idea. Ahí es donde cuaja aquella estrategia de la campaña del miedo respecto a que “el cambio sería peor”, expresada prácticamente por toda la dirigencia del PJ que se aboca a la campaña.

 



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