Frente al tributo sindical, Massa buscó capitalizar el cambio en Ganancias


Frente al tributo sindical, Massa buscó capitalizar el cambio en Ganancias

Massa, acompañado por sindicalistas y funcionarios durante el acto / WEB

La CGT y las dos CTA hicieron ayer un acto en las puertas del Congreso para tributar a Sergio Massa, que es el candidato presidencial de un gobierno peronista que, más allá de la figura de ministro de Economía, los gremios en general viven con cierta vergüenza.

Massa es quien, en los hechos, maneja la gestión. Pero, curiosamente, su campaña de cara al 22 de octubre lo “vende” como si en realidad no fuera parte del gabinete de Alberto Fernández. O, en todo caso, que está allí porque no le quedaba otra.

“Ahora tenemos con quien”, es el latiguillo de sus spots que rotan por radio y televisión. Lo que es igual a decir que antes -o sea desde 2019 hasta ahora- no tenían a nadie.

Dijo Massa ayer en el acto: “A partir del 10 de diciembre, habrá un gobierno que va a poner al Fondo Monetario Internacional en su lugar para que no nos ponga más condiciones que nos lleven a la inflación, con un presidente comprometido a generar trabajo, con educación pública, gratuita y de calidad”.

Si se refería a él, el ministro/candidato se pinta a sí mismo como si no hubiera tenido nada que ver con la decisión política de arreglar con el FMI para conseguir dólares que le permitan, por ejemplo, intervenir en el mercado cambiario. Fue una jugada entera de él, que el Presidente formal siguió como espectador.

Por cierto, la plaza frente al edificio de las leyes era ayer un jolgorio justicialista/sindical en el mismo día en que el dólar tocó más de 800 pesos por unidad, marcando una subida de unos 55 pesos en una sola semana. El dato sería anecdótico si no fuera porque todos los precios de reposición de la economía argentina se rigen por ese parámetro.

“Un gobierno de unidad nacional”

“Voy a convocar un gobierno de unidad nacional, porque primero está la Patria, después el movimiento y, por último, los hombres”, prometió Massa, parafraseando a Perón. ¿Unidad con quien? ¿Con Milei? Probable, dado los hilos conductores que se van conociendo entre ambos. ¿Con Juntos por el Cambio? Es improbable que eso sea posible, al menos como se conoce hoy a la principal alianza opositora. Pero una derrota podría hacerla explotar y tal vez el candidato de Unión por la Patria esté pensando en rapiñar alguno de los pedazos que queden.

El acto gremial armado ayer fue para que Massa se expusiera claramente como el único hacedor del beneficio de modificación del Impuesto a las Ganancias que reduce sólo a salarios altísimos el universo de tributantes.

Las centrales sindicales aparecen así aplaudiendo una supuesta reivindicación histórica propia pero que, en los últimos cuatro años, nunca apareció en su agenda como una bandera de presión concreta sobre el Poder Ejecutivo y el Legislativo.

Habría que hurgar en el archivo para ver si algún diputado de extracción gremial -casi todos ligados al kirchnerismo, por aquello de que las listas del PJ siempre las arma Cristina- ha presentado un proyecto para eliminar ganancias en los últimos cuatro años.

Ahora, la suba del piso a partir del cual se tributa a 1.700.000 pesos la otorga un gobierno peronista a través de un proyecto que envió al Congreso. Pero se acordó de hacerlo a menos de tres meses de irse, en plena campaña presidencial (es obvio el sentido electoralista, más allá de que conceptualmente será celebrado por una cierta mayoría) y cuando, en verdad, eran pocas las personas que pagaban Ganancias por la erosión de los salarios frente a la inflación: de 13 millones de trabajadores registrados, hasta hoy tributaban un poco más de 800 mil, según datos oficiales de julio último.

Cruel paradoja de la historia para los gremios de extracción justicialista en general y alineados con el kirchnerismo en particular: el pico máximo de trabajadores alcanzados por este impuesto se registró en 2013, durante la segunda presidencia de Cristina Kirchner. El peronismo lo explica así: “Es que se ganaba mejor”. Auto convencimiento.

La historia registrará que la conducción de esta CGT domó su pulsión a la protesta aún cuando la inflación toca niveles históricos, casi ningún salario del sector privado le gana a ese índice maldito y se da el hecho inédito de que muchos afiliados a los gremios, personas con trabajos formales, están por debajo de la línea de pobreza. Que fue de más del 40% en el primer semestre de este año, una foto ya vieja porque en agosto la devaluación dispuesta por Economía cambió todo.

Es contra fáctico preguntarse qué hubiera pasado con este mismo escenario económico-social si la gestión estuviera en manos de la actual oposición. Pero no deja de ser válido.

No sólo nunca hubo un paro nacional como para canalizar el descontento de las bases sino que el responsable de la desquiciada economía actual ayer fue sacralizado como un salvador de la nada.

Conviene recordar que otra parte del mundo gremial optó por dar soporte político a Javier Milei, un odiador declarado de los derechos laborales adquiridos. La CGT Azul y Blanca, un puñado de 50 gremios chicos que responden a Luis Barrionuevo, saltó hacia el bando del libertario luego de predicar la efímera candidatura de Wado de Pedro, el trunco alfil de Cristina para la Presidencia. Enojo con Massa, que se quedó con esa postulación, pragmatismo extremo porque Milei encabeza las encuestas de intención de voto o, como reza el viejo dicho, la previsión de no poner todos los huevos en una misma canasta.

 

 



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