El peronismo de Córdoba es y ha sido muy crítico de la política económica del gobierno nacional. Desde hace 24 años triunfa en las elecciones provinciales, aún cuando careció de un candidato presidencial, lo que en otras jurisdicciones densamente pobladas se ha convertido en una condición indispensable.
Pero Córdoba ha sido siempre diferente. Corresponde citar al historiador César Tcach, que en su libro “Sabattinismo y peronismo”, publicado en 1991, describió las especiales características de la política en esa provincia. En la introducción del mismo sostiene que “la idea de formar parte de la periferia nacional resulta incompatible con el imaginario político de los cordobeses. No en vano sus políticos han experimentado durante largo tiempo la sensación de vivir en una suerte de Ciudad-Estado, donde se jugaba el éxito o fracaso de los gobiernos nacionales: así ocurrió en la década del 30, cuando la democracia cordobesa sobrevivió a la era del fraude; en 1955 con la “Revolución Libertadora”; en 1963 junto a Arturo Illia; en 1969 frente a Juan Carlos Onganía…
Ciertamente, es difícil encontrar una ciudad argentina que haya proyectado al país imágenes tan diversas y perdurables, agrega. Muchos han percibido en Córdoba una ciudad católica y tradicionalista, de campanarios y de “doctores”, de apellidos ilustres y notas sociales en los periódicos; otros, en cambio, han preferido ver en ella el centro de una cultura de resistencia donde se conjugan, como en un calidoscopio, la Reforma Universitaria de 1918, la escuela radical progresista de Sabattini, la intelectualidad gramsciana de los años ‘60, el sindicalismo democrático y combativo, etc.
Bifrontalidad
Continúa describiendo que “esta bifrontalidad del escenario político-cultural mediterráneo se manifestó con particular contundencia entre 1945-1955. En ese periodo, Córdoba se convirtió en el bastión del radicalismo argentino, constituyó el eje de la oposición católica nacional al peronismo (tanto en su vertiente demócrata cristiana como nacionalista); fue la cuna de los primeros intentos golpistas contra Juan Domingo Perón en 1945 y epicentro de la conjunción cívico-militar que lo derrocó 10 años más tarde”.
Tcach dice que en realidad en esa provincia en 1945 no había desarrollo industrial y básicamente era una sociedad rural. Dice más adelante que “En sus orígenes, el justicialismo cordobés no enunciaba como su enemigo a la oligarquía, ni al movimiento obrero como su columna vertebral, mucho menos a los inmigrantes recientes. Tenía una matriz conservadora que aportaban caudillos del Partido Demócrata, dirigentes radicales de extracción nacionalista y antiliberal, además de la Iglesia a través de la Acción Católica. Inicialmente tuvo la influencia de un Partido Laborista, que poseía un contenido clasista pero que finalmente se integró como un sector interno y llegó a presentarse en las elecciones para designar las autoridades del justicialismo y fue derrotado en comicios calificados como fraudulentos”.
Al nutrirse de dirigentes de sectores tan diversos, en el peronismo cordobés se manifestaron las contradicciones y conflictos de toda la sociedad. La mano firme de Perón logró que el partido se mantuviera unido y que las luchas internas se resolvieran en Buenos Aires.
Afloraron las contradicciones
Después de 1955, la semi clandestinidad consecuente de la proscripción electoral postergó el debate interno. El golpe de Onganía tuvo en Buenos Aires el apoyo de muchos de los líderes de la CGT; pero en Córdoba, los dirigentes de los sindicatos más importantes no se comprometieron en el apoyo al gobierno militar.
Los cambios en la sociedad cordobesa comenzaron a advertirse a fines de la década de los 60. Los jóvenes sacerdotes de la Iglesia católica hablaban cada vez con mayor insistencia sobre los problemas sociales que influyeron en la formación de hasta muchachos provenientes de la vieja aristocracia. El sentimiento de la urgencia de cambiar para dar posibilidad a la justicia social y el convencimiento de que la democracia era muy lenta para lograr esa transformación, condujeron a participar en la organización de montoneros desde sus comienzos. Mientras tanto en la Universidad Nacional de Córdoba la prédica de un pequeño grupo de estudiantes peronistas encontraba rápidamente seguidores.
Ese fue el punto de partida de Juan Manuel de La Sota, cuyo crecimiento como dirigente fue acompañado por otros jóvenes de distintas provincias como Jorge Busti.
El líder de la renovación del peronismo cordobés planteó desde sus inicios que el desarrollo económico inevitablemente debía provenir de la comprensión de que el campo no puede seguir subsidiando a un Estado Nacional sobredimensionado, que también multiplica los costos de la industria impidiéndole competir internacionalmente.
Esa prédica logró alcance nacional merced a la candidatura presidencial de Schiaretti, que le posibilitó el acceso gratuito a los canales de televisión. Las bromas que se hicieron durante la última campaña porque “para Schiaretti la República de Córdoba es todo”, no alcanzaron a minimizar el impacto de la prédica que, sin tener posibilidades de triunfar en las elecciones, significó capitalizar 1.784.315 votos, nada más, ni nada menos.
Schiaretti, candidato de “Hacemos por nuestro país”, obtuvo 1.784.315 votos en las elecciones generales
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