Sergio Massa sabe perfectamente que, de cara al balotaje, no podrá contar con la mayoría de los votos que obtuvo Patricia Bullrich en su tercer puesto de la primera vuelta porque son electores con un perfil más afín a Javier Milei. La mayoría, no todos. Se lo dicen los expertos nacionales y extranjeros que lo asesoran en una campaña que, al lado de la del libertario, es hiper-meticulosa y claramente profesional.
No obstante, hay un porcentaje aún indefinido de esas voluntades que siguieron a Bullrich y que puede servirle al ministro de Economía porque verían un límite en Milei, estiman en el búnker del candidato de Unión por la Patria. Es sobre todo el votante de extracción radical identificado con valores de la socialdemocracia, con ideas progresistas que chocan con el ideario que ha comunicado el libertario -con sus hoscas formas- en su etapa de crecimiento político.
Es por eso que Massa va por el radicalismo, impulsado además por la invalorable ayuda que le dio Mauricio Macri cuando en el inicio de la semana pasada cerró un pacto político unilateral y personal con Milei para aunar fuerzas de cara a la segunda vuelta, bajo la premisa de frenar una nueva entronización del peronismo/kirchnerismo.
Aquella movida de Macri detonó Juntos por el Cambio. Exacerbó diferencias pre-existentes en la principal alianza opositora que sólo eran contenidas por la ilusión de un triunfo. La UCR salió a los gritos de allí, a diferenciarse de lo que parece ser una “derechización” del espacio que gobernó Argentina entre 2015 y 2019 y perdió el poder ese año frente al cuarto gobierno kirchnerista, del que Massa es socio fundador.
El ministro/candidato es un experto en detectar oportunidades políticas, por su oficio y su hambre histórica de poder. Vio la hendija y se lanzó. Y así se lo vio en Tucumán, una provincia definitivamente peronista, recitando el preámbulo de la Constitución Nacional, el célebre “rezo laico” de Raúl Alfonsín en la campaña presidencial de 1983 que terminó depositándolo en la Casa Rosada como símbolo de la recuperación democrática. Un hito del que acaban de cumplirse 40 años. Fue la de Massa una sobre actuación de su “affectio societatis” hacia el centenario partido que acaso no fuera necesaria. También se lo vio en un tradicional reducto culinario radical, en imágenes que se viralizaron, invitado por un grupo de dirigentes autodefinido como “Radicales con Massa” que pretendieron agitar una cierta mística de triunfo al grito de: “Siga, siga, siga el baile, al compás del tamboril, Sergio Massa presidente de la mano de Alfonsín”.
La disyuntiva
La postura oficial de la UCR es la neutralidad frente a balotaje. “El radicalismo no tiene nada que ver con el kirchnerismo ni con la extrema derecha” es el título de un segundo comunicado oficial que sacó el partido luego de aquella movida rupturista de Macri y de la escena de cantoral que tuvo como protagonista a Massa, casi apropiándose de la figura de Alfonsín con dirigentes que, se aclaró desde la cúpula partidaria, no pertenecen hace rato orgánicamente a la fuerza. “Son ex radicales K”, dijo una fuente a modo de descripción.
¿Pero, más allá de la prescindencia del partido, habrá radicales que votan a Massa? Claro que sí. Muchos dirigentes lo harán convencidos de que es el mal menor.
Otros, como los de la línea de Gerardo Morales, por la reivindicación histórica de los valores partidarios que se suponen antagónicos a Milei y por afinidades pre-existentes -de todo tipo- con el postulante del peronismo. La invitación de Massa tiene el disfraz de lo ecuménico: “Un gobierno de unidad nacional”. Es remanido, claro. Pero suena democrático.
Es contra fáctico arriesgar lo que hubiera hecho el ex presidente, fallecido el 31 de marzo de 2009, ante esta situación de disyuntiva que representa el balotaje. Pero por estas horas citar su reconocida verba está de moda entre radicales.
No es descabellado pensar que la opción Milei le haría un ruido más que notable al de Chascomús, no sólo por las palabras agraviantes que tuvo el libertario hacia su persona sino también por su ideología liberal y de exacerbo del individualismo y la tendencia inicial de integrantes de su espacio a relativizar consensos democráticos construidos con un rol activo de Alfonsín, como la cuestión de los desaparecidos o las responsabilidades de los militares en el drama de sangre que vivió la Argentina en la década del 70.
Pero, ¿qué hay enfrente de Milei? La pregunta también vale para aquel ejercicio contra fáctico de sondear en la mente de Alfonsín. ¿Cómo vería el padre de la democracia a un candidato que representa a un espacio político que apunta al populismo y que podría ser sindicado como portador de una tendencia compulsiva a buscar el hegemonismo en todo los poderes del Estado, en especial en el Judicial, de la que la UCR incluso ha sido víctima?
Con su notable habilidad de desdoblamiento político (es ministro por un lado y candidato por otro, maneja la economía actual pero promete que hará cosas distintas si llega a la Rosada) Massa acaba de responder a la interpelación sobre su persona que supone la pregunta anterior: “No soy kirchnerista, soy del Frente Renovador”, dijo en un reportaje de televisión. Muchos tomaron nota: la frase puede presagiar una forma de actuar en caso de llegar a la Casa Rosada.
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